El descenso del avión, que planea en la noche sobre el mar, permite ver un jardín de luces. Son los barcos que circulan por la famosa Bahía de Guanabara. Cuando los conquistadores portugueses arribaron con sus naves, creyeron encontrarse con un río y esto sucedió en el mes de enero. Desde entonces, San Sebastián de Río de Janeiro fue conocida como capital de un imperio, ciudad maravillosa y hasta como la mismísima ciudad de Dios.
Pocas megalópolis en el mundo son
reconocidas por la idiosincrasia de sus habitantes, tanto o más que por su
historia, monumentos o geografías. Este es el caso de los cariocas y Río. Su
poeta más célebre, Vinicius de Moraes, supo escoger las palabras adecuadas para
describir este fenómeno. Según él, un
carioca que se precie nunca va a renunciar a su ciudadanía, porque el ser
carioca es, antes que todo, un estado de ánimo.[i]
Así lo confirma Bruno Bastos, quien reside
en Buenos Aires hace cuatro años y que se alegra de poder expresar lo que
significa, para él, haber nacido en Río de Janeiro: “el carioca de por sí es
una persona relajada. No significa que no tiene preocupaciones, nada mas sabe
que en algún momento la solución para sus problemas va a aparecer de alguna
manera. Entonces, hace a su tiempo lo
necesario y de manera tranquila, con la seguridad de que todo se va a
solucionar. Somos extremadamente impuntuales, y muchas veces arreglamos algo que
sabemos que no va a pasar”.
La vestimenta preferida del carioca
suele ser un par de ojotas, bermudas y una remera. Nada más que eso es
necesario para sobrevivir en Rio de Janeiro. Sin embargo, por sus calles pueden
verse los personajes mejor “lookeados” de casi todas las playas de Brasil, con
su andar típico, arrastrando los pies por el “calçadão” y con la mirada perdida,
según les critican sus compatriotas de otras ciudades. Cierto es que la
composición social de este importante centro cultural y turístico a nivel
mundial, es compleja. Es un orden informal el que rige el ritmo de vida de
millones de personas que transitan la ciudad a diario, y que el turista
desprevenido no llega a comprender del todo.
Un ejemplo de esto puede verse en sus playas emblemáticas. Si bien la playa es el punto de encuentro
para todos por igual, hay divisiones donde cada sector social se queda con una
parte, esta muchas veces coincide con la parada de los colectivos que traen a la
gente desde las afueras de la ciudad.
El público de Ipanema, por un lado, es el
más joven y tolerante. Allí se encuentra, entre otras cosas, un punto de
reunión gay muy conocido. Luego, caminando un poco más hacia la playa de Leblon,
en su inicio, se reúnen todas las personas que llegan desde la favela “Jacarezinho”
y finalizan su excursión ocupando generalmente ese sector. Unos
metros después, además de verse ocupada por los vecinos de esa parte de la
ciudad, la playa se torna más familiar en lo que se conoce como “Baixo Bebe”.
Una mención aparte merece la famosa Copacabana, considerada una de las mejores
playas del mundo, y que es sinónimo de Río. Como resquicios de un pasado
glamoroso, abundan los restaurantes y hoteles de lujo, patrimonio
arquitectónico de la “Princesita del Atlántico”. Así fue conocida esta playa en
la década del ’50 luego de ser la escenografía de numerosas películas. Actualmente
es espacio para todo tipo de deportes a cualquier hora del día.
Carioca significó,
originariamente, “casa del blanco”. Fue debajo de muchas casas y de las obras
para remodelar la zona portuaria de Río, en un emprendimiento inmobiliario similar
a nuestro Puerto Madero, de cara a los próximos eventos deportivos (Copa del
Mundo de FIFA 2014 y Olimpíadas 2016), que se realizaron hallazgos arqueológicos
importantes para la historia de esta ciudad. Se trata de los restos de africanos
que llegaron como esclavos durante el siglo XIX, a lo que se conocía por
entonces como la “Pequeña África”, puerta de entrada al contrabando de personas
en todo el continente. Como resultado de estas excavaciones surgió el Instituto Pretos Novos, que busca revalorizar la cultura afro-brasileña y
rescatar su historia del olvido.
El mestizaje del que es fruto
esta ciudad increíble, da a luz un caleidoscópico mosaico que puede reflejar
tanto el cielo como el infierno sin escalas. Toda esa carga simbólica no puede más que aflorar durante el carnaval más grande del mundo, que como “Las
Vegas” otro de los mayores centros lúdicos del mundo, no dejará escapar ninguna
de sus anécdotas. Quien visitó Río alguna vez ya no podrá olvidarla: su Bahía,
el Corcovado, el Pan de Azúcar, la Barra de Tijuca o Lagoa, tampoco las noches
transcurridas en los botecos del
barrio de Lapa, ni la música de sus protagonistas. Quien llegó hasta Río aunque
sea una vez, ya no podrá despegarse de una cierta “Chega de Saudade”.
Un brasilero por el mundo, Pedro
Belandia, ofrece actualizaciones cotidianas y la promoción de la cultura
brasileña a través de su proyecto Movida Brasileña.
[i] Texto del libro "Para viver um grande amor", José Olympio Editora Bookstore - Río de Janeiro, 1984, p. 185.
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